Hace unas semanas, Claudia Calvelo (Gijón, 1992) regresó junto a su madre al Palacio de Deportes y buscó el asiento donde ambas se sentaban cuando ella era un bebé para ver los partidos del Gijón Baloncesto. «A las dos nos hacía mucha ilusión hacernos una foto. ¿Te imaginas que un día juguemos allí?», le pregunta veinticinco años después con marcado acento gallego Claudia a su padre. Pepe Calvelo, coruñés de nacimiento, militó en el equipo gijonés en dos etapas a finales de los ochenta y principio de los noventa. Fue durante la segunda, poco después de la inauguración del recinto deportivo de La Guía, cuando nació su única hija.

Esta temporada, Claudia ha cerrado el círculo gijonés de la familia Calvelo al fichar por el Ascensores Tresa Basket Mar, debutante en Liga Femenina 2. Es la jugadora más veterana de la plantilla, con un currículum adornado por las seis medallas que ha conquistado con las categorías inferiores de la selección española, pero cuando surgió la opción de fichar por el equipo de su ciudad natal no tuvo que pensárselo mucho, confiesa: «Siempre dije que me haría ilusión jugar en Gijón. Viendo las posibilidades que tenía no tardé en decantarme».

De Pepe Calvelo ha quedado entre los aficionados gijoneses el cariño recuerdo de un jugador trabajador y cercano que completaba sus 2,04 metros de altura con una barba de leñador temible. Con ella, confiesa ahora entre bromas, trataba de impresionar a la pareja de pívots norteamericanos con que peleaba cada partido bajo el aro: «Cuando tienes 20 años te da apariencia de mayor. Era una manera de empezar la batalla psicológica». Con el Gijón Baloncesto y el Obradoiro jugó Calvelo en Primera B, la segunda categoría del baloncesto español entonces, aunque también tuvo un breve paso por la ACB con el Girona. Ahora trabaja como conserje en una residencia universitaria de La Coruña.

En un entorno lleno de baloncesto de la ciudad gallega creció Claudia. Tras retirarse, Pepe Calvelo comenzó a entrenar a un equipo del colegio Valle Inclán. Un día, con 11 años, Claudia y sus compañeras le clase le dijeron que ellas también querían jugar. «Les puse la condición de que aguantar todo el año. Las federé e hicimos un club. Es en el que Claudia jugó hasta que pasó a profesionales», explica el padre.

Muchas de las características del Pepe Calvelo jugador han pasado a su hija. Con una estatura de 1,92 metros Claudia tenía que ser pívot, como él, aunque no solo heredó eso: también la ambición y el talento. Con catorce años empezó a entrar convocatorias de los equipos inferiores de la selección española, con la que ha sido tres veces campeona de Europa y una vez subcampeona del Mundo. En 2009 dio el salto al Ensino de Lugo, que militaba en Liga Femenina 2. Después pasaría por el Burgos –de Liga Femenina 1–, el Wasserburg alemán, el Rivas Promete madrileño y el Campus Promete de Logroño.

Una ciudad nueva

La ciudad que se ha encontrado Claudia al fichar por el Tresa Basket Mar es muy distinta de la que dejó su padre hace 25 años. «El otro día, paseando con mi madre por la playa, me contaba que me llevaba en el carrito por aquella zona y que Gijón terminaba justo allí», explica entre risas. Su padre recuerda que en su primera etapa en la ciudad tardaba siete horas en llegar desde La Coruña.

Hasta este año, Pepe Calvelo había mantenido el contacto con Gijón a través de su excompañero Óscar Moro y del malogrado Ed Johnson, del que tiene un cariñoso recuerdo. Ahora viaja ahora cada dos semanas a Asturias para ver jugar a su hija Claudia. La pequeña de los Calvelo no descarta continuar en el equipo de su ciudad natal más allá de esta temporada. «Sería muy bonito asentarse en un club que quiere ir a más. Yo estoy encantada de que hayan contado conmigo y qué menos que intentar crecer con ellos. Sería una idea bonita, pero en el mundo del deporte nunca sabes lo que va a pasar». Sus padres aún recuerdan cómo se divertía en el Palacio de Deportes de La Guía bailando y tocando el bombo con la Peña El Minerín para animar al Gijón Baloncesto.

Víctor M.. Robledo
foto: A.G.
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