Por la isla de Tenerife camina estos días el colectivo más imponente que vio la historia del baloncesto, quizá del deporte femenino. Pasea por los preciosos rincones de San Cristóbal de la Laguna, donde tiene su hotel de concentración, y por la coqueta pista del Quico Cabrera, donde despedaza rivales. La selección estadounidense femenina de baloncesto sobrepasa la leyenda: es como reunir al Dream Team de Barcelona 92 cada verano. Diana Taurasi, es, junto a Sue Bird, la gurú del USA Team en la pista desde hace 15 años.


"Es un honor cuando te comparan con Jordan. Son nombres legendarios. Pero lo que yo puedo controlar está en la cancha. Lo que dice la gente, no. Juego, lo doy todo y lo que pasa, pasa". Conversa Taurasi con tres periodistas españoles después del entrenamiento dirigido por Dawn Staley, quien releva en el cargo a otro mito, Geno Auriemma. Destacan sus pecas, su sonrisa y su indisimulable acento argentino.

El castellano es el idioma que se manejó en su casa, aunque ella naciera y se criara en Chino, California, adonde unos pocos años antes de su nacimiento llegaron Mario, ex portero italiano de fútbol, y la rosarina Liliana. Se ruboriza Taurasi cuando se le recuerda su inabarcable bagaje. Porque, a ella sí, no le quedó nada por conquistar: cuatro oros olímpicos, dos mundiales, tres anillos de la WNBA, seis Euroligas... Y, a sus 36 años, y sólo unos días después de llegar a semifinales de la WNBA con sus Phoenix Mercury -ahí desempeñó toda su carrera americana-, aquí sigue, al comando del honor yankee.

- ¿Qué le motiva a seguir?

- "Todavía me encanta jugar. Sí, a los 36 todavía me gusta entrenar. Me gusta venir a estos viajes con las chicas. Me gusta competir contra las mejores del mundo. Me dije, 'si todavía estoy a un nivel alto, voy a jugar'. Cuando llegue el tiempo, que llegará, en que mental o físicamente no pueda, lo dejo. Pero ahora me siento bien. No juego más en Europa, así que tengo más tiempo para prepararme para la WNBA y la selección. Voy mes por mes"

No sólo es el paso del tiempo -practica yoga y sigue una dieta vegana para alargar su rendimiento-, también es la propia existencia la que dio un vuelco a Diana. El pasado 1 de marzo nació Leo Michael Taurasi-Taylor, su primer hijo. "Me cambió la vida. Leo es un nene tan lindo... Tiene una madre increíble. La verdad es que es una época muy linda", reconoce Diana, refiriéndose a su esposa, su ex compañera Penny Taylor, con quien contrajo matrimonio hace algo más de un año. "Está toda la familia acá. Se fueron a la playa, a Santa Cruz... Vinieron todos los argentinos también", celebra la alero.

La dimensión de Taurasi trasciende la pista, donde a su palmarés colectivo hay que unir logros individuales únicos, los que la tildan como la mejor jugadora de la historia: MVP de la WNBA en 2009, de la finales en 2009 y 2014, nueve All Star, cinco veces máxima anotadora de la temporada (nadie metió más puntos que ella, superó los 8.000)... Ella no dudó en agarrar la bandera de su relevancia para alzar las voz contra las injusticias; nunca se mordió la lengua.

La última fue hace unas semanas, cuando abogó por la huelga para que de una vez por todas se dignifiquen los sueldos en la NBA femenina, donde más alto no pasa de 115.500 dólares a pesar del éxito creciente de la competición. La propia Taurasi fue pionera al renunciar a una temporada para sólo jugar en Europa -las estrellas suelen doblar temporadas- y centrarse en el Ekaterimburgo, donde su salario era casi cinco veces mayor.

Tampoco se quedó quieta cuando consideró el uso sexista de las equipaciones femeninas. En la temporada 2011/2012 fue multada con más de 11.000 euros por no seguir las normas de ropa ceñida de FIBA Europa. "El basket no es sexi, es un deporte. Si quieren cosas sexis que se vayan a Playboy", protestó cuando jugaba para el Galatasaray.

"Es fácil decir que vamos a ganar, que somos favoritas. Pero hay que jugar con mucha fuerza, juntas. Recuerdo el Mundial de Brasil. Estábamos contra las rusas en semifinales y perdimos. Esas cosas pasan", advierte Taurasi sobre la última derrota del USA Team, en 2006. La única en 32 años, por 90 victorias. Un tropiezo que no fue en balde. "Creo que el cambio empezó en 2004, cuando los hombres perdieron contra Argentina. Después nosotras en 2006. La Federación estadounidense puso más tiempo, más dinero... Fueron a los jugadores y nos preguntaron si esto era algo que queríamos hacer para más de una vez. Querían un plan largo y nos pusimos de acuerdo", admite. Palabra de leyenda.

 

Lucas Sáez-Bravo
elmundo.es